El miedo es una emoción primaria y universal. Tiene su origen el cerebro y genera cambios tanto en nuestro cuerpo, como en nuestros pensamientos y en nuestra conducta.
El miedo activa una compleja red cerebral de envío de mensajes con el fin de evitar la amenaza y el cuerpo adopta las medidas necesarias para protegerse del peligro. Estas posibles medidas o respuestas ante el miedo son: la lucha, la huida o la parálisis.
Sentir miedo suele resultar desagradable a no ser que lo hayas elegido, como ponerte una peli de terror (clica aquí si quieres saber más sobre esto). Se suele etiquetar como una emoción negativa. Nada más lejos de la realidad, como ya he comentado en anteriores ocasiones, todas las emociones, bien reguladas y gestionadas son buenas y necesarias para el ser humano. Todas las emociones tienen su porqué y ejercen su función.
El miedo es un mecanismo para adaptarnos al entorno y a sus peligros. Su función es la de protegernos ante situaciones de riesgo. El miedo se activa cuando se detecta una amenaza, haciendo que nos retiremos de esa situación. Esta amenaza puede ser tanto para nuestra integridad física o nuestra vida, así como para nuestra reputación, nuestra autoestima, autoconcepto o nuestra seguridad, en función de la idea y las creencias que tengamos al respecto. Por lo tanto, el miedo es una emoción que reacciona dependiendo de nuestros filtros mentales.
En definitiva, el miedo actúa como regulador de nuestra conducta, avisándonos de los peligros, nos ayuda a alejarnos de un suceso para el que no estamos preparados/as para afrontar y así asegurar nuestra supervivencia.
Si llevamos todo esto que he expuesto al momento actual, en que nos enfrentamos al COVID-19 (aka coronavirus), es entendible que se den reacciones de miedo porque se trata objetivamente de una situación preocupante. Es completamente racional estar ansioso/a, porque no estamos seguros/as de cómo se desarrollará y esa incertidumbre nos asusta.
Pero, ¿qué pasa si este miedo que en un principio tiene la función de protegernos y mantenernos a salvo va más allá? Entonces ya estaríamos hablando de una emoción desregulada que conocemos normalmente como pánico.
Por lo tanto la preocupación es un signo de conexión con la realidad, sin embargo el pánico, no. Ahí radica la diferencia entre el miedo y el pánico. El miedo es la reacción a una amenaza real, a algo que está pasando. El pánico, por su parte, tiene ese punto de irracionalidad, de desborde y de angustia que estamos viendo en ciertos comportamientos, sobre todo en los supermercados.
Tanto el miedo como el pánico es contagioso. Ante una situación que se vive de forma amenazante, un comportamiento puede empezar con una persona, pero se va generalizando a un grupo. El grupo tiene en común que ha estado sometido a un estrés compartido antes de que se produzca el brote pánico.
Los ambientes llenos de tensión predisponen al pánico colectivo. Se dice que prácticamente cualquier persona puede ser víctima de ello si las circunstancias se conjugan para que así sea. Una vez se produce la reacción en cadena, es difícil abstraerse.
El Efecto Contagio es determinante. Éste básicamente se puede resumir en que los seres humanos, en una situación de crisis, nos comportamos como rebaño, copiando lo que hace el de al lado porque “por alguna razón lo hará”.
Como se ha dicho el miedo que se produce ante el coronavirus es totalmente normal y el impulso de almacenar provisiones parece razonable, pero es importante recordar que no hace más que empeorar la situación. No solo porque agoten los productos y otras personas se queden sin acceso a estos, sino porque también afecta negativamente a quienes llenan la despensa. El psicoterapeuta Nick Blackburn asegura que muchas personas intentan “solucionar” su ansiedad comprando suministros, pero al llegar a la tienda, ven cómo van desapareciendo los productos y eso les genera más ansiedad.
Puede que la ansiedad que produce el miedo sea uno de los motores del momento que se está viviendo en los supermercados, pero también influyen la impotencia y la sensación de pérdida del control. Cuando se llena la despensa, sentimos que así hacemos algo por nosotros/as mismos/as en una situación que más allá de eso solo nos provoca impotencia. Cuando no se tiene el control sobre el mundo externo, la gente tiende a buscar el control en su microcosmos: el hogar y la rutina. En este caso, llenar la despensa es la forma de lograrlo.
El antídoto para regular estas emociones es informarse adecuadamente. No creas de primera todo lo que oyes, todo lo que ves o todo lo que te cuentan. Procura utilizar fuentes fiables para formarte tus opiniones y desconfía de los discursos que basan su validez en el miedo a una amenaza descomunal.
Por lo tanto, os dejo una serie de recomendaciones que espero os ayuden a manejar este momento:
- Sigue las recomendaciones y medidas de prevención que determinen las autoridades sanitarias. Confía en ellos porque saben lo que tienen que hacer.
- Infórmate de forma realista y sigue las pautas emocionales de autocuidado.
- No trivialices tu riesgo para intentar evadir la sensación de miedo o aprensión a la enfermedad.
- Tampoco magnifiques el riesgo real que tienes. Sé precavido/a y prudente sin alarmarte.
- Si te recomiendan medidas de aislamiento, ten presente que es un escenario que puede llevarte a sentir estrés, ansiedad, soledad, frustración, aburrimiento y/o enfado, junto con sentimientos de miedo y desesperanza. Estos efectos pueden durar o aparecer incluso después del confinamiento. Trata de mantenerte ocupado/a y conectado/a con tus seres queridos.
- Genera una rutina diaria y aproveche para hacer aquellas cosas que te gustan, pero que habitualmente por falta de tiempo no puedes realizar (leer libros, ver películas o series, etc.).
Mi problema es que no tengo miedo por regla general y lo del pánico es más bien cuando no se reaccionar por parálisis permanente .
De hecho lo único que pediría es no estar confinada .
Es raro sentir que no tengo miedo ante esta situación?
Será cosa de la edad?
Solo estoy preocupada por los trabajos por Moodle que nos mandan de la universidad .
Perdí el cable del ordenador y soy patética con eses chismes .
No voy a poder hacer trabajos por falta de inteligencia y capacidad virtual
Hola Fernanda, no es raro no sentir miedo en esta situación, de ahí parte del problema. Muchas veces cuando se genera un alarmismo así, es normal responder hacia el polo opuesto por sobresaturación de información(sobre todo cuando se es crítica/o con los medios dde comunicación) . Como te decía de ahí el problema, a alguna gente le cuesta estar en casa sobre todo mientras no ve o vive en primera persona lo que está pasando. En este caso ninguno de los dos extremos es bueno, queda na casa.
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