Cuando hablamos de procrastinar nos referirnos a la acción de postergar actividades o situaciones, sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables.
Seguro que más de una vez te ha sorprendido el ver que has perdido toda una mañana, sin saber muy bien cómo. Ese día te habías propuesto empezar una tarea pendiente que habías pospuesto hace ya algún tiempo. Intentas hacer memoria para entender qué pasó y el resumen podría el siguiente: un rato en las redes sociales, poner una lavadora, hacer un café, llamar a un amigo, descansar un rato mientras aprovechas para mandar un correo, una ducha, mirar el whatsapp, etc. Podrías cambiar cualquiera de las actividades enumeradas a modo de ejemplo por casi cualquier cosa más o menos productiva y más o menos importante pero eso sí, de lo que habías planeado hacer, ni rastro. Bien, eso tiene un nombre y se llama PROCRASTINAR.
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
He indagado por Internet buscando el origen de este dicho tan manido y me han quedado claras dos cosas. La primera, que es muy fácil caer en el hábito de procrastinar (he dejado largo rato en stand by esta entrada mientras saltaba de un enlace a otro). La segunda, que procrastinar no es algo nuevo sobre la faz de la tierra (y aunque no hay consenso sobre quién fue el primero en usar el dichoso refrán, alguna referencia me ha llevado incluso hasta La Biblia). Así que no te preocupes, la procrastinación no es una enfermedad, es inherente al ser humano. El problema surge cuando esto de postergar se nos va de las manos y empieza a afectar a nuestro día a día y también a nuestro estado de ánimo de forma evidente.
¿Por qué procrastinamos?
Se habla de múltiples y variados factores causales (que pueden darse o no conjuntos). Sin embargo, antes de presentar los más comunes, quiero hacer énfasis en que hay que tener en cuenta que la procrastinación puede tener causas individuales muy determinadas y con orígenes muy específicos, más allá de los ahora enumerados:
- Miedo al fracaso: sustentado en la creencia de que somos incapaces de conseguir la meta que nos hemos propuesto. El miedo nos paraliza y por ello cambiamos a una tarea más fácil o más agradable. Por ello, las personas con baja autoestima suelen caer más fácilmente en la procrastinación (“no voy a ser capaz de hacerlo”). Lo mismo pasa con las personas perfeccionistas (“para no hacerlo bien, mejor no lo hago”).
- Mala estimación del tiempo: la persona procrastinadora tiende a sobreestimar su rendimiento y su actividad futura y por ello la deja para el último momento. ¿Te suena la frase de “tarde mal y a rastras”?.
- Desmotivación: Al ser humano en general le encantan las recompensas a corto plazo. Con la procrastinación no vemos consecuencias negativas inmediatas y nos sentimos aliviados y reconfortados por estar haciendo algo más agradable. Así que si la tarea a la que nos enfrentamos no nos resulta atractiva, útill o necesaria es más fácil que tendamos a postergarla. Y créeme, siempre vamos a encontrar una excusa para postergar.
¿Cómo nos afecta?
Cuando nos enfrentamos a la tarea o actividad empezamos sentir un cierto grado de malestar, ansiedad o incomodidad.
En reacción a ello buscamos el alivio a esa sensación con alguna otra tarea. Por eso, de pronto te vuelves sumamente productivo ante otras actividades más sencillas o agradables (que por supuesto no son prioridad en ese momento).
Al no hacer “lo que tienes que hacer” la actividad postergada es registrada en tu cerebro como algo negativo. De esta forma buscamos todavía más distracciones o incluso alguna razón lógica que explique porqué la dejaste para más tarde. Es el momento de las excusas reconfortantes. “Hoy no tengo el día, mañana seguro que estaré mejor”, “si no hacía esa compra online ahora, seguro que perdería la oferta”, “era muy importante contestar ese correo”, “ estaba muy cansado y así no rendiría” etc..
Al recordar esa tarea pendiente que postergaste te genera culpa y remordimientos. Otra vez malestar, así vuelves a empezar. ¡¡¡Es importante romper el ciclo cuanto antes!!!
Claves para dejar de procastinar
Te dejo aquí unas pautas orientativas para enfrentarte al hábito de la procrastinación. Espero te ayuden:
1. Pon día y hora para empezar dicha tarea.
2. Detecta tus excusas y autoengaños. Haz un pequeño esfuerzo e intenta ser consciente de cuando empiezas a pensar cosas del tipo a “hoy no tengo un buen día” “empiezo mañana”, “primero mejor hago…”. Ahí es cuando estás tejiendo tu propia red de araña para atraparte. No caigas en tu propia trampa. Recuerda que este es el primer paso para entrar en el bucle y sabes perfectamente lo que va a pasar después…que no va a haber después.
3. Organiza las tareas o actividades. Elabora listas de las tareas que tienes que hacer. Identifica las prioritarias y haz una estimación del tiempo necesario para terminarlas. No te olvides de reservar algo de ese tiempo para imprevistos. En función de ello planifica tus horarios.
4. Cuando te enfrentes a la tarea prioritaria, puedes dividirla en pequeños pasos. De esta manera, cada pequeño objetivo que cumplas te motivará para realizar los siguientes. Al final, la terminarás sin casi haberte dado cuenta.
5. Mira siempre lo que has avanzado, no lo todo lo que te queda por hacer. Recuerda que la dificultad está en empezar. Una vez has saltado esa barrera y te has puesto manos a la obra, lo siguiente es más llevadero.
6. Elimina cualquier distracción para evitar tentaciones. Aléjate sobre todo de las redes sociales. Es en lo que más solemos en caer debido a su inmediatez y el poco esfuerzo que nos demandan. Así que ya sabes, opta por un entorno de trabajo sin distracción.
7. Prémiate. Una vez que acabes tu tarea permítete disfrutar ese momento. Y si lo crees conveniente, además, date un capricho. Esto te ayudará a ser más fuerte la siguiente vez ante la posibilidad de procrastinar.
¡¡¡Ponte manos a la obra ya y deja de hacer hoy lo que no quieres seguir haciendo toda tu vida!!!